miércoles, 13 de enero de 2010

Un mar de la consciencia sin control...


Ya no pensaba... ya no cavilaba... ya no hacía nada que pudiera ser coherente, sincero y transparente a la vez. No podía... no me dejaba. Lo intentaba, pero, cada vez más, el peligro estaba allí... acechándome... Eso es lo que creía. Que el destino no me dejaba plantar cara a los retos que más adelante se me imponían. Quién sabría... nadie quizás. Quién podría... alguien tal vez. A saber quién... sólo una cosa: ese alguien sólo podría controlar su propio destino; yo controlaré mi propio camino.

  Caminaba sin rumbo fijo a través de la avenida principal de mis sueños. Lo veía todo claro: rojo, tolerante; azul, fulgurante; violeta, liso; plateado, monofásico; gris, aciago; y blanco, puro y hermoso. Era muy raro, muy lindo y muy hermoso. Muy surrealista. Muy... único. Único de mi mente, pero también de mi realidad. Porque las cosas de mi mente también son reales, con el solo hecho de haberlas pensado, haberlas creado con un sinfín de imágenes inconexas, deshechas y rehechas, pacto unánime de poder bioquímico-eléctrico entre sinapsis neuronales, conexiones atómicas y también moleculares que me permiten pensar mi siguiente movimiento, mi siguiente treta, mi siguiente... digámosle... suerte de principiante. Pero ese término no queda tan bien.
  Mejor... suerte de quien la busca. Del que la busca.

  Mi camino se extendía más allá de las estrellas, como punto fijo hacia la luz que irradia el astro ser, hacia el lugar de mis lejanos horizontes, meta inconsciente que deseaba alcanzar. Un mar de ilusiones, un tormento de pesares, un agrado de vista, una alegría incondicional y esperanzadora. ¡Un mix de cosas! Una ilusión por hacer realidad.



  La verdad es que no tengo nada que expresar, nada que poner, nada que escribir, nada que pensar. Y, a la vez, quiero decirlo todo. Pero ese "todo" está tan mezclado, realmente, que no sé cuánto de ello controlaré, y qué cosas podré... expresar como antes. Me siento maniático, autómata, escribiendo estas líneas en el confín de mis pensamientos y sentimientos volando mis dedos por mi teclado, corriendo la pluma entintada sobre las hojas de mi cuaderno de ilusiones, perseverante sin un fin claro y bien difuso en parte, quieréndolo alcanzar todo y a la vez, intentando hacer de todo esto una historia real... un sueño genial... un arreglo colosal... un escrito mortal. Y sí... podría ser bien una cosa poca, algo irreal y de sueño, onírico en su mayoría, y tan surrealista como aquel cuadro de relojes desinflados y extendidos sobre varias ilusiones de objetos metálicos y madera pintados a la orden y vista de la mente humana que los crea, que hace de lo surrealista todo lo que podíamos siempre desear, todo lo que podíamos imaginar, y lo que podemos lograr... si damos forma a nuestros sueños, a nuestros amargos, a nuestras ilusiones, y a nuestro sinfín y confín de pensamientos meta-analísticos e imaginarios... pero reales. Y saber que todo esto es posible de lograr con esfuerzo, sabiduría y voluntad, la mente siempre firme hacia delante, sin pensar en las consecuencias luego de haberlas analizado concluyentemente, escribiendo sin pesar y sin fin en el mar de ilusiones... con la libertad de un ave que emprende el vuelo, sin tener el tiempo en contra y a la vez apurándome por querer ir a dormir... Pero mis procesos corporales no importan: quiero expresar lo que pienso y siento aunque sea un corrido de manchones, un mix de cosas, una corriente de la consciencia descontrolada y sólo medida por las reglas ortográficas y gramaticales, sumadas a la deidad ocasional presentada en mis escritos, lector aquel que presta su tiempo a observar los escritos y comentar de ello, juzga razón idolatra el autor, o quizás una referencia sea al tiempo pasado con su persona y compañía, mar de ilusiones momentáneas y mezcla de pensamientos alocados sin control alguno absoluto de la mente que piensa estas cosas...

  Porque en esta ocasión no hay un consejo como aquel entonces, porque no hay mucho más que decir que lo que ya dicho y escrito está. No hay necesidad de hacerlo más largo, ni de escribir más en el proceso.
  Por eso... me voy (feliz y satisfecho de haber dejado un plasmado de historia escrita en mis referencias de continuación).

E intentaré ser más fiel a mis escritos originales, dejando un consejo más que una advertencia, y poniendo énfasis en las cosas de la vida que tanto a mi mente y mis cosas, que en realidad sólo a mí importan, y a unos pocos interesados que no lo pueden solucionar. Gracias agradezco a todos de corazón, y adios.

1 comentario:

Cristian Briceño González dijo...

Qué extraña la sensación que transmites, como indescriptible... pero un poco angustiosa... Simplemente, respira.

Está buena la imagen que encontraste.