domingo, 4 de febrero de 2007

¿Quién se ha llevado mi queso? - Parte 2

"Hem y Haw se levantaban cada día un poco más tarde, se vestían con algo más de lentitud y, en lugar de correr, caminaban hacia el depósito de Queso Q. Después de todo, ahora ya sabían dónde estaba el Queso y cómo llegar hasta él.
No tenían la menor idea de dónde provenía el Queso ni de quién lo ponía allí. Simplemente, suponían que estaría donde esperaban que estuviese.
Cada mañana, en cuanto llegaban al depósito de Queso Q, se instalaban cómodamente, como si estuvieran en su casa. Colgaban los atuendos de correr, se quitaban las zapatillas y se ponían las pantuflas. Ahora que habían encontrado el Queso empezaban a sentirse muy cómodos.
-Esto es fantástico- dijo Hem-. Aquí hay Queso suficiente para toda la vida.
Los liliputienses se sentían felices; tenían la sensación de haber alcanzado el éxito y creían estar seguros.
Hem y Haw no tardaron en considerar que el Queso encontrado en el depósito de Queso Q era de su propiedad. Allí había tantas reservas de Queso que finalmente trasladaron sus hogares para estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese lugar.
Para sentirse todavía más cómodos, Hem y Haw decoraron las paredes con frases y hasta dibujaron imágenes del Queso a su alrededor, lo que los hacía sonreír. Una de aquellas frases decía:

Tener Queso te hace feliz.

A veces, Hem y Hae invitaban a sus amigos para que contemplaran su montón de Queso en el depósito de Queso Q, lo mostraban con orgullo y decían: "Bonito Queso, ¿verdad?". Algunas veces lo compartían con sus amigos. Otras veces no.
- Nos merecemos este Queso- dijo Hem, al tiempo que tomaba un trozo fresco y se lo comía-. Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para encontrarlo.
Después de comer, Hem se quedó dormido, como solía sucederle.
Cada noche, los liliputienses regresaban lentamente a casa, repletos de Queso, y cada mañana volvían a buscar más, sintiéndose muy seguros de sí mismos.
Así se mantuvo la situación durante algún tiempo.
Poco a poco, la seguridad que Hem y Haw tenían en sí mismos se fue convirtiendo en la arrogancia propia del éxito. Pronto se sintieron tan sumamente a gusto, que ni siquiera se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.

Por su parte, Fisgón y Escurridizo continuaron con su rutina a medida que pasaba el tiempo. Cada mañana llegaban temprano, husmeaban, marcaban la zona e iban de un lado a otro del depósito de Queso Q, comprobando si se había producido algún cambio con respecto a la situación del día anterior. Luego, se sentaban tranquilamente a roer el queso.
Una mañana llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso.
No se sorprendieron. Desde que Fisgón y Escurridizo empezaron a notar que la provisión de queso disminuía cada día que pasaba, se habían preparado para lo inevitable y supieron instintivamente qué tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, tomaron las zapatillas de correr que llevaban atadas y convenientemente colgadas del cuello, se las pusieron en las patas y se anudaron los cordones.
Los ratones no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas.
Para ellos, tanto el problema como la respuesta eran bien simples. La situación en el depósito de Queso Q había cambiado. Así pues, Fisgón y Escurridizo decidieron cambiar.
Ambos se quedaron mirando hacia el inescrutable laberinto. Luego, Fisgón levantó ligeramente la nariz, husmeó y le hizo señas a Escurridizo, que echó a correr por el laberinto siguiendo la indicación de Fisgón, seguido por este con toda la rapidez que pudo.
Muy pronto ya estaban en busca de Queso Nuevo.

* * *

Algo más tarde, ese mismo día, Hem y Hae llegaron al depósito de Queso Q. No habían prestado la menor atención a los pequeños cambios que se habían ido produciendo cada día, así que daban por sentado que allí encontrarían su Queso como siempre.
No estaban preparados para lo que descubrieron.
-¡Qué! ¿No hay Queso?- gritó Hem, y siguió gritando-: ¿No hay Queso? ¿No hya nada de Queso?, - como si el hecho de gritar cada vez más fuerte bastara para que reapareciese.
- ¿Quién se ha llevado mi Queso?- aulló.
Finalmente, puso los brazos en jarras, con la cara enrojecida, y gritó con toda la fuerza de su voz:
- ¡No hay derecho!
Haw, por su parte, se limitó a sacudir la cabeza con incredulidad. Él también estaba seguro de encontrar Queso en el depósito de Queso Q. Se quedó allí de pie durante largo rato, como petrificado por la conmoción. No estaba preparado para esto.
Hem gritaba algo, pero Haw no quería escucharlo. No quería tener que enfrentarse con esta nueva situación, así que hizo oídos sordos.
El comportamiento de los liliputienses no era precisamente halagüeño ni productivo, aunque sí comprensible.
Encontrar el Queso no les había resultado fácil, y para los liliputienses significaba mucho más que, simplemente, tener cada día qué comer.
Para ellos, encontrar el Queso era su forma de conseguir lo que creían necesitar para ser felices. Tenían sus propias ideas acerca de lo que el Queso significaba para ellos, dependiendo de su sabor.
Para algunos, encontrar Queso equivalía a tener cosas materiales. Para otros, significaba disfrutar de buena salud o desarrollar un sentido espiritual del bienestar.
Para Haw, por ejemplo, el Queso significaba sentirse seguro, tener algún día una familia cariñosa y vivir en una bonita casa de campo en la Vereda Cheddar.
Para Hem, el Queso significaba convertirse en un Gran Quesero que mandara a muchos otros y en ser propietario de una gran casa en lo alto de Colina Camembert.
Puesto que el Queso era tan importante para ellos, los dos liliputienses emplearon bastante tiempo en decidir qué hacer. Lo único que se les ocurrió fue seguir mirando por los alrededores del depósito Sin Queso, para comprobar si el Queso había desaparecido realmente.
Mientras que Fisgón y Escurridizo se habían puesto en movimiento con rapidez, Hem y Haw seguían con sus decisiones y exclamaciones.
Despotricaban y desvariaban ante la injusticia de la situación. Haw empezó a sentirse deprimido. ¿Qué ocurriría si el Queso seguía sin estar allí a la mañana siguiente? Precisamente había hecho planes para el futuro, basándose en la presencia de ese Queso.
Los liliputienses no podían creer lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo podía haber sucedido una cosa así? Nadie les había advertido de nada. No era justo. Se suponía que las cosas no debían ser así.
Hem y Haw regresaron aquella noche a sus casas hambrientos y desanimados. Pero antes de marcharse, Haw escribió en la pared:

Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto más deseas conservarlo.

Al día siguiente, Hem y Haw abandonaron sus hogares y regresaron de nuevo al depósito Sin Queso, confiando, de algún modo, en volver a encontrar Queso.
Pero la situación no había variado; el Queso ya no estaba allí. Los liliputienses no sabían qué hacer. Hem y Haw se quedaron allí, inmovilizados como dos estatuas.
Haw cerró los ojos con toda la fuerza que pudo y se cubrió las orejas con las manos. Lo único que deseaba era bloquear todo tipo de percepciones. No quería saber que la provisión de Queso había ido disminuyendo gradualmente. Estaba convencido de que había desaparecido de repente.
Hem analizó una y otra vez la situación y, finalmente, su complicado cerebro, con su enorme sistema de creencias, se afianzó en su lógica.
- ¿Por qué me han hecho esto? -preguntó-. ¿Qué está pasando aquí?
Haw abrió los ojos, miró a su alrededor y dijo:
- Y, a propósito, ¿dónde están Fisgón y Escurridizo? ¿Crees que ellos saben algo que nosotros no sepamos?
- ¿Qué demonios podrían saber ellos? -replicó Hem con sorna-. No son más que simples ratones. Escasamente responden a lo que sucede. Nosotros, en cambio, somos liliputienses. Somos más inteligentes que los ratones. Deberíamos poder encontrar una solución a esto.
- Sé que somos más inteligentes -asintió Haw-, pero por el momento no parece que estemos actuando como tales. Las cosas están cambiando aquí, Hem. Quizá también tengamos que cambiar nosotros y actuar de modo diferente.
- ¿Y por qué íbamos a tener que cambiar?- replicó Hem-. Somos liliputienses. Somos seres especiales. Este tipo de cosas no debería habernos ocurrido a nosotros y, si nos ha sucedido, tendríamos que sacarles al menos algún beneficio.
- ¿Y por qué crees que deberíamos obtener un beneficio? -preguntó Haw.
- Porque tenemos derecho a ello -afirmó Hem.
- ¿Derecho a qué? -quiso saber Haw.
- Pues derecho a nuestro Queso.
- ¿Por qué? -insistió Haw.
- Pues porque no fuimos nosotros los causantes de este problema -contestó Hem-. Alguien lo ha provocado, y nosotros deberíamos aprovecharnos de la situación.
- Quizá lo que debamos hacer -sugirió Haw- sea dejar de analizar tanto las cosas y ponernos a buscar algo de Queso Nuevo.
- Ah, no -exclamó Hem-. Estoy decidido a llegar hasta el fondo de este asunto..."

Continuará.
Saludos

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Todavía continúa?
Ufff... harto larga la historia
espero que llegue a un buen final...

Anónimo dijo...

un consejo:
agranda la letra :S

Anónimo dijo...

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