sábado, 31 de diciembre de 2011

Y llegó el final del 2011

Hacía muchísimo tiempo que no escribía en este lugar... Llego y me encuentro con escritos y el polvo de algo más de un año en que no emitía un escrito por esta vía. De seguro mis lectores habituales (de un pick de sintonía similar al que reciben los canales de televisión autónomos y locales) ya habrán abandonado hace mucho este lugar... pero da igual. Que sepan que no he dejado de escribir; sólo que ahora lo hago por otros medios.

Pero regresando al tema que nos convoca: el año 2011. Han sucedido muchísimas cosas desde el comienzo hasta el fin, y cada una merece un pequeño análisis desde enero hasta diciembre, aunque ya comprobé que sería demasiado largo... No fue un buen inicio, debo reconocerlo, pero también tengo que admitir que cada vez fue mejorando más y más, excepcionalmente hacia el final. Haciendo una pequeña copia de mi gran amigo Cristian, pero a mi modo, veamos qué sale de este viaje por los recuerdos en síntesis del 2011.

Enero: El Año Nuevo en Valparaíso junto a mis amigos; por otra parte, había que afinar los detalles del tema de tesis de ese momento hasta final de mes, bajo el fantasma de la pre-tesis y todo lo que conllevó. En resumen, un mes de mier..., pero salimos adelante.

Febrero: ¡Libertad de las vacaciones de verano! Salidas y celebraciones con mis amigos; con Christian nos encontramos y conocimos a su actual mascota, la Duquesa; el viaje a Las Cruces junto a mis mejores amigos, un merecido relajo para finalizar las vacaciones. Un buen restituyente para comenzar de nuevo el año con nuevos ánimos.

Marzo: Mes de cambios: el reemplazo de encargado de piscina, trabajo "light" y anecdótico; un nuevo año académico y el reencuentro en clases con mis compañeros de generación;y hacia fin de mes, darme cuenta de quienes eran realmente mis verdaderos amigos, y algunos quienes decían serlo, les importaba más ellos mismos. En fin, varias cosas para el mes.

Abril: ¡Lluvias mil! Mejoras considerables en mi rendimiento de la asignatura respecto al año anterior; la ayudantía de Neurokinesiología; la salida de un gran profesor y amigo por diversas razones, y en su honor reconozco que trabajé más duro en esa asignatura, ganándome el apodo de "Ayudante Estrella" (Creo que me falta demasiado todavía para merecer un título así, pero se los agradezco).

Mayo: Tentado a comprar la suscripción al servidor oficial de World of Warcraft, y el deje gradual del servidor privado donde jugaba con varios conocidos y amigos; el nuevo rumbo de mi tesis y la hora de trabajar en un nuevo marco teórico. Las juntas mensuales con mis amigos ahora eran menores por las diversas actividades de todos.

Junio: El comienzo de las "vacaciones" adelantadas: el movimiento estudiantil tomó forma, hasta el paro masivo de actividades en la carrera, junto a las otras universidades y colegios secundarios del país. En lo personal, continua la tesis con investigar. Fue un agradable respiro de las actividades académicas ese mes.

Julio: A la universidad los viajes sólo eran para asambleas y el trabajo de tesis, implementado en un consultorio cercano a la facultad de Medicina. El pago de la ayudantía, que por errores ajenos a mí nuevamente no llegó; un viaje a Santiago con mis amigas y disfrutar de los cantantes originales de las series que me han gusto desde pequeño. Gracias a Roberto, me interné en un nuevo tipo de juego: el rol. Harry Potter era el culpable de todo; por si fuese poco, el estreno de la última película de la saga, poco más que terminar mi gusto, lo aumentó aún más que antes.

Agosto: Peligrosamente, el paro se extendía más de lo pensado. Me vi rápidamente inserto en la comunidad del juego de rol de Harry Potter; conocí a varias personas de otros países a quienes fui tomando mucho cariño. Las situaciones de nuestros personajes se hacían divertidas y emocionantes, y las ganas por volver a escribir regresaron. La tesis estaba detenida gracias a la espera eterna de la aprobación del Comité de Ética del consultorio donde trabajaríamos. El cumpleaños de Christian Andrés fue celebrado por él después de tantos años sin hacerlo, y al fin el grupo de amigos del colegio con el grupo de amigos del WoW se unieron; en este punto, ya me había desligado completamente del juego de pc, especialmente por el medio de pago; el dinero por primera vez comenzaba a escasear de mis "ahorros de toda la vida" (chiste interno).

Septiembre: El movimiento estudiantil cedía para regresar a clases y cerrar el primer semestre antes de perder definitivamente el año académico. Fiestas Patrias llenas de asados, empanadas y esas cosas; comenzaba  la necesidad de reorganizar tiempos. Además, conocía más y más personas de varias partes de habla hispana y española.

Octubre: Mes de equilibrio: el segundo semestre comenzaba con todo, ante el miedo de volver al paro indefinido, y perder el año académico, entre otras cosas. Clases y evaluaciones más y más exigentes, al igual que el trabajo de la tesis, recopilando información de pacientes en el consultorio Padre Damián, poco motivador pero necesario. El cumpleaños de Sebastián Arancibia era una de las pocas veces que salía de nuevo a fiestas después de largo tiempo. Tenía que compensar muy bien mis tiempos, ya que ahora me veía más involucrado en la comunidad virtual en donde estaba. Los feriados fueron necesarios este mes.

Noviembre: El mes avanzó a pasos raudos, sin dar un respiro. Las evaluaciones prácticas se hacían tan estresantes como las teóricas, y la ayudantía no era menos al tener que dominar nuevamente técnicas que no tenía tan en alta habilidad y conocimiento como en la unidad anterior. En la tesis, por fin terminamos de tomar  los datos, y restaba hacer de Call Center para llamar y convocar pacientes. Comenzaba a desanimarme al ver que la unidad de Geriatría regresaba en su esplendor, más con el paciente complicado que tocaba tratar esta vez.

Diciembre:Mi favorito. Varios cumpleaños a celebrar, incluyendo el mío, aunque no tenía tantas ganas de festejar en un inicio. Excelente víspera y el día. Los trabajos y evaluaciones complicaban el disfrute con tranquilidad, y eso incluyó la Navidad y actualmente el fin de año. Un festejo fome de Navidad en la noche que mejoró al otro día y ser el primer año en que no siento el espíritu navideño como antes... pero la semana mejoró hasta el día actual, a  horas de esperar el nuevo año. Ahora, ¡a disfrutar como Dios manda!

Es hora de preparar lo que falta. Reconozco que me quedó largo, pero ya saben como suelen ser mis escritos... a ver si resumo mejor en años venideros, ¡jajajaja! Nos vemos el 2012. ¡Feliz Año Nuevo a todos!

lunes, 15 de noviembre de 2010

Hotel Plaza Londres: Publicidad Engañosa a la orden del día


Hoy me saldré de los escritos habituales para contarles mi experiencia en un mal lugar y un buen lugar para quedarse cuando viajen a Santiago de Chile. Comenzaremos primero por las malas experiencias:

         Érase una vez un viaje para el que habíamos hecho con mucha anticipación una reserva con mis amigas en una habitación para cuatro personas por dos noches en cierto hotel llamado "Hotel Plaza Londres", ubicado en el Barrio Londres (a una cuadra detrás de la Alameda, cerca de la Universidad de Chile y del metro del mismo nombre). La gracia costaba $40.000 por noche con baño compartido. 
     
        Cuento corto: al llegar, el tipo de la recepción nos dijo que no tenían registro de la reserva a pesar que enviaron un mail de confirmación, pero nos llevaron a una habitación de 4 personas. Cuando llegamos por nuestros propios medios a nuestra habitación, ya que lamentablemente la atención del personal (con excepción del personal de aseo y de comida) dejaba mucho que desear para lo que se espera de atender al cliente y ni siquiera fueron capaces de ayudarnos con las maletas, una vez dentro procedo a describir la "habitación". De forma levemente triangular, la entrada se veía rápidamente obstruida al avanzar por un camarote de dudosas condiciones de los dos presentes en la habitación, dejando un espacio más que pequeño e incómodo para pasar (ni pensar en caso de emergencia... ¿tirarse por la ventana desde el tercer piso, quizás?). Agregamos la alfombra con una misteriosa mancha extensa, una mesa de noche, otro mueble con un televisor, más la ventana de estilo antiguo, de esas que hay que cerrar por un mecanismo que embute un fierro en el marco de madera, sin contar que el fierro de la cortina se cayó con solo mover ésta, y... un espacio cerrado por una cortina en un fierro, iguales a los cambiadores de ropa de las tiendas de ropa pequeñas, de lo más intrigante... Las toallas entregadas estabas deshilachadas y se veían de dudosa procedencia, y el baño compartido naturalmente había que salir de la habitación para acceder a él, después de una meticulosa investigación del lugar porque nadie se dignó a explicarnos dónde se ubicaba. Lo único que salvaba eran los jabones. 

      Está de más decir que nos cambiamos inmediatamente de habitación; lo malo es que ya habíamos pagado, asi que de hotel aún no podíamos cambiar.

     Pedimos una habitación para tres personas, pero con baño privado, ya que de los cuatro sólo seríamos tres. Eso costaba cerca de $36.000 por noche. Se hizo notable la diferencia cuando nos cambiaron las toallas por unas decentes, y al entrar por una escalera que mucho distaba de la anterior para llegar a la habitación, ésta era más espaciosa, aunque nuevamente era muy diferente de las fotografías que este hotel en su página publica. Agrego que el encargado no sabía si tenían habitaciones libres (¿para qué tienen los registros entonces...?). La habitación contaba con una cama matrimonial y una cama de 1 plaza, esta última donde dormí con el colchón duro y las sábanas... sin comentarios. Era alfombrada, similar a la anterior pero con armario, baño dentro de la habitación, ventanas que no cerraban completamente con fierros de cortina que no se caían, televisor en las alturas y... un termostato. Lo único sorprendente.
    
    Sólo falta analizar el baño, el cual estaba decente. Al menos hasta que se inundó después que nos bañamos, del poco control del agua caliente, o mejor dicho hirviendo, que rápidamente me hizo pensar si estaba en una ducha o un baño turco. El único basurero disponible de la habitación era el del baño. ¿Mencioné que la pocilga anterior ni siquiera contaba con basurero?

     Pero como no todo es color de rosa, la publicidad engañosa se hace presente una vez más: hasta el día de hoy extrañamos la TV cable que debería tener esa habitación. Por otra parte, el internet era limitado a 20 minutos por persona en computadores con hardware y software que bien eran el último grito de la moda en el año 2004 y sólo superan en capacidad a Windows 98 SE. El tiempo fue bien empleado: cotizar otro hotel cercano que valiese la pena. Después de desempacar, lo primero que hicimos fue buscar otro hotel que valiera su precio en comodidad y servicio. Lo encontramos, pero eso ya es otra historia.

Vista desde la habitación "decente" durante la mañana.
Lo positivo a destacar (si es que hay algo): la vista durante la mañana en la habitación privada, y el servicio del desayuno y del aseo, la honradez de guardarnos una plancha de pelo que se quedó después que nos fuimos. Ah, y los salones de estar con detalles y elementos del Londres del siglo XIX.

Lo negativo: La irresponsabilidad, desorden y poco servicial trato al cliente de parte de la recepción. Además de todo lo mencionado anteriormente.

Como moraleja de esta historia, mejor cotize en el lugar el hotel al que quiera ir (sobretodo si es barato) y no se fíe de la publicidad ni las fotos por internet, son pocos los que realmente lo valen. Es por eso que, a menos que quiera experimentar lo anterior o realmente no tenga dinero, por ningún motivo vaya a quedarse a este hotel. En el siguiente artículo les recomendaré un hotel mil veces mejor y a un precio módico que lo vale.

Saludos!

jueves, 14 de enero de 2010

La Campana: odisea de una subida


Iba bajando apurado, después de comerme el desayuno rápidamente y terminar de verificar que llevaba todo lo necesario para el transcurso del día. Sólo me restaba cruzar la avenida que está frente a mi casa y tomar el primer colectivo que pasase desocupado, puesto que el esperar y tomar una micro y llegar a mi destino hubiese sido tan rápido como realizar la danza de la lluvia y esperar sus resultados. Así continuaba el viaje, esperando cómodamente, sintiendo los rayos de un sol incipiente que se asomaba por el horizonte, prediciendo el estado del clima. Soleado. Calor incinerante, pero agradable. De seguro habría otro incendio como tantos en los alrededores de la ciudad. Después supe que no estaba equivocado...


  Llegando a mi parada, y caminando hasta la estación del metro, comenzaba a recordar cuándo fue la última vez que me interné en una aventura como ésta. Subir por el Parque Nacional La Campana hasta lo más alto posible... travesía de hace ya más de tres años. Quise escuchar música mientras el metro demoraba en llegar, pero... ups! olvidé cargar la batería... naturalmente, el resto del viaje será escuchando los sonidos de la "naturaleza" de cemento y acero de la ciudad, al menos hasta que llegase más cerca de los valles centrales. Y llegaba el metro: no pude evitar comparar el viaje con los de su homólogo de Santiago, incluyendo el modo de entrada y de pago, y la comodidad de viajar, junto con la infraestructura del mismo. Intentaba dormitar un poco: había dormido apenas 3 horas para ese momento. Craso error como me daría cuenta más adelante... Y de repente, alguien sube. Era Cristian. Señalé su atención como pude, pero él aludido no se dio por entendido; después de mirar largo rato hacia donde estaba, se dio media vuelta y se fue camino al otro vagón. Sacudiendo mi cabeza mientras me paraba de mi asiento, lo agarré al vuelo, y... ¡oh, sorpresa! encuentro inesperado. Nos bajamos en la estación El Sol para esperar a Ellen y Thomas, que venían más atrás en una salida más tardía. Una vez regresados al camino, sólo fue risas y alegrías. Aunque era la segunda vez que compartía con Ellen (y la primera con Thomas), entre todos teníamos cierta empatía que hacía muy divertido el viaje de ida a Limache.


  Así fue la llegada a La Campana, lugar de patrimonio natural de nuestra flora y fauna. Después de unas cuantas bromas y de recargar nuestras municiones de comida, llegamos en la micro local al lugar establecido. Bueno... no exactamente al lugar... nos perdimos en el camino y terminamos visitando una casa del sector. Aún debía tener en mi mente el hecho de hacer encuestas.
  Ahora sí, retomamos el camino y llegamos a la entrada. Con mapa y todo de camino a La Cima.


  El viaje fue mucho más rápido que la primera vez que subí, acompañado en aquel entonces por mis compañeros de curso de mi universidad. La diferencia se notaba, al recorrer lugares que recordaba con claridad con una rapidez sólo comparada a la que uso para bajar desde la Facultad de Medicina hasta el paradero de la PUCV. Y el cansancio comenzaba a llegar, mella de poco descansar y entrenar para esto. Pero no evitó que la pasásemos bien en el viaje, echándonos ánimos al avanzar, cantando canciones que no tenían contexto alguno con el paseo (¡Vamos a la playa!) o simplemente comentado historias, anécdotas, tallas que a todos nos pasan, en especial cuando tienes un grupo de personas que son de diferentes nacionalidades e idiomas, pero comparten cosas en común.



  Descansamos, nos sacamos fotos, llegamos a La Mina y tomamos un breve reposo. Luego, seguir avanzando hasta llegar a La Placa, por el camino de vehículos para no cansarnos demasiado antes de llegar al punto final del viaje. Buscando arañas grandes en el camino para regalárselas a Cristian con mucho cariño, y encontrando lagartijas en el proceso, sacándonos fotos en lugares que su servidor ubicaba (dado que era el único que había llegado antes hasta La Placa) y subiendo con leves resbalones, llegamos. Y a almorzar. La vista, como siempre, era hermosa. Nubarrones leves a lo lejos en la costa, nada diferente a lo que vi cuando fuimos como curso hace unos años atrás... sólo que ahora estaba más cansado que aquel entonces. Necesito ponerme en forma de nuevo, urgente, pensé, mientras me reía para mis adentros. El conjunto de colores y la luminosidad del sector, con un astro rey que por cierto quemaba a grandes rasgos, permitía observar la hermosura del conjunto. Vale la pena hacer el viaje para observarlo. Pero hay que ir entrenados, y no solo. Es importante tener a alguien que te acompañe.


  Eran las 2 de la tarde y continuamos con nuestro viaje. Después de deducir por enésima vez que Darwin había muerto inmediatamente después de colocar su placa en el lugar, nos propusimos la búsqueda de la verdad. La respuesta: en La Cima. Y comenzamos el camino... equivocado, de nuevo. Maldita señalética que no estaba en su correcto lugar. Y, en vez de irnos por el sendero correcto, tuvimos que subir por un camino formado casi completamente de rocas, con una caída libre de decenas de metros a cualquier paso en falso. Interesante. O lo sería, si no fuera porque en ese preciso momento me estaba comenzando a sentir muy cansado. La falta de sueño hacía efecto en mí. Pero logré observar detalles interesantes. Las rocas del lugar estaban tan erosionadas como las que se encuentran en la costa. En realidad, ¿a quién le interesa eso? Sólo era para sacar de mi mente la gigantesca duda que tenía en aquel instante... ¿Cómo vamos a bajar?
  

  Seguíamos escalando por las rocas engañosas, una verdadera cantera de lugar. Cristian y Ellen iban muchos metros más arriba, tanto que en un momento perdimos el contacto y, sólo con Thomas continuábamos el avanzar. De la nada, siento la tirantez característica de un músculo que se agarrota. Calambre. En mi tríceps sural derecho. Un exquisito dolor que me hacía temblar, y doblar la pierna de paso. En la posición en que estaba no era lo indicado. No tuve más remedio que descansar unos minutos en el lugar. No me rendiría por algo así. Iba a llegar a la cima como diera lugar. Siempre que no me pusiese ridículamente en peligro, claro. Veamos... otro intento, ordené a mi pierna izquierda mover. Y nuevamente, la rebeldía de mi cuerpo se hace presente en el calambre. Ahí supe que arriesgarme a continuar sería una completa estupidez.


  Thomas lucía preocupado. Intenté explicarle como pude lo que sucedía y la solución mientras trataba de controlarme entre la angustia y algo de miedo que sentí en el momento. Porque mi mayor preocupación era, a riesgo de sonar egoísta en toda índole, él cómo rayos iba a bajar de ahí. Tendría que recurrir a la ayuda humana. Rayos, odiaba eso. Me gusta lograr las cosas por mí mismo... pero iba a ser derrotado si no me comía ese orgullo. Por gracia divina, un árbol cercano junto a una pila de rocas con forma de asiento estaba a unos metros mío. Me arrastre como pude con mis manos, porque mis piernas lanzarían otro grito de rebeldía si las hacía funcionar. Así que con Thomas me quedé conversando, mientras esperábamos la ayuda del lugar. Creo que lo que más echamos en falta fue un buen libro para pasar la hora que habría que esperar.


  De repente, un joven extranjero bajaba por el sendero más arriba. Hablaba un poco de español, pero entendía mucho más el inglés, por lo que Thomas fue el principal orador en esta ocasión. Yo, en mi estado actual, era la inutilidad absoluta en traductor de lenguas, aunque algo de la conversación lograba captar. El joven tenía un nombre alemán que hasta ahora no recuerdo, y Thomas, del mismo origen que él, comenzaba a charlar... en alemán. Menos entendía, risas para mis adentros otra vez. Comunicación troglodita entre los tres, más mía que del resto, hablando de la situación actual, nuestras metas, y el fin al que estábamos allí. Había pasado cerca de media hora desde la locura inicial. Y llamaron de emergencias. Y enviaron el vehículo y las personas para ayudar. Y mis amigos llegaban desde La Cima que en esta ocasión no había logrado conquistar, pero ellos sí. Había esperanza. Y había que ponerse en marcha.




  Siendo posible comida de pumas o víctimas de la oscuridad absoluta del terreno, bajábamos lo más rápido que podíamos. Yo, con una marcha que no tendría mucho que envidiar a lo que practicamos el año pasado en mis clases de Técnicas Kinésicas II, apoyado en las rocas y de la mano de mis compañeros y amigos, bajando con cuidado y surfeando la tierra en el camino empinado de piedras calientes y tierra que ensuciaba como si te revolcases en ella. Dentro de todo, eso también fue divertido. Cristian fue quien más caídas llevaba de todos; yo recuperando cada vez más energía para bajar mejor y más rápido; Ellen con muchas ganas aún después de subir hasta la cima y regresar; Thomas con su tranquilidad característica continuaba el descenso mientras se turnaba en conversar con el alemán que nos ayudaba y los guardabosques que nos encontramos camino más abajo. No pude evitar preguntarles datos de primeros auxilios en terreno.



  Así, entre bromas y risas, llegamos a La Mina, donde esperaba el vehículo para bajar. Thomas se fue conmigo, y los demás continuaron por su cuenta para bajar. Aunque había recuperado suficiente energía para continuar el descenso, era mejor no arriesgarse a una nueva contractura. Y así descendimos, pobre de nuestros riñones siendo golpeados por el terreno irregular, mientras enseñaba a Thomas expresiones chilenas del ayer y hoy. Llegamos a la entrada, me hicieron firmar una constancia de nuestra aventura, y los guardabosques se fueron a descansar. Eran más de las 7 de la tarde...


  Y así terminaba nuestra gran aventura, concluyendo con una espera de media hora de los que bajaron a pie el resto del camino, lavándome lo más que podía porque parecía salido de una lucha de tierra y barro, y directos a la micro local. Agua refrescante sobre mí durante el trayecto, una exquisita empanada de camarón-queso en un negocio de Limache, con un brindis celebramos la aventura vivida. Y regresamos todos por el metro hasta nuestros respectivos hogares, aún echando tallas, aún reviviendo momentos divertidos, aún con energía y ganas, que sólo disminuyeron mientras iba en el colectivo camino a mi casa, mientras me sentaba en el pc a descargar las fotos de la cámara y subirlas a Facebook, comer algo, acostarme y, lentamente, cerrar los ojos y quedarme dormido...


  Hasta una nueva aventura en La Campana. Pero, esta vez, llegaré a la cima.


¡Estoy seguro de eso!







PD: Un gran abrazo y saludos a todos los que compartieron conmigo en esta gran aventura en que sucedió practicamente de todo. ¡Tenemos que repetirlo en otra ocasión!


Saludos