14 de febrero... un día muy importante para muchos... para otros, simplemente un día más. El día de San Valentín, gracias a ese santo patrono de los enamorados, que unía parejas jóvenes en sagrado vínculo mientras las leyes lo prohibían en aquellos tiempo del siglo IV, en el imperio romano. Y qué se celebra este día? El amor, por supuesto; pero... qué tipo de amor? Hace unos pocos años atrás sólo se hacía referencia al amor de pareja, el amor al que hace referencia la palabra en general. Sin embargo, ese amor no es el único existente: tenemos variados tipos de relaciones, donde existe aunque sea una pizca de amor. No quiero analizar esto de forma científica, como estoy sintiendo que lo hago en estos momentos. Lo haremos de forma sentimental, la única forma en que se puede hablar del sentimiento más grande existente, y a la vez el más puro. Volviendo al tema, el título de este pensamiento tiene un toque divertido, haciendo referencia a cierta línea del guión de la obra "Y ahora los dejamos con..." el cual calza de maravilla en lo que se celebra hoy. El amor de todo tipo... Relaciones de pareja, de familia, de amigos... Y quizás alguno que otro tipo de amor más.
El amor... No hay sentimiento más lindo que eso. El más puro, el que nos hace regalar nuestras cualidades y nunca espera algo a cambio. Aquél que, en ocasiones, nos hace realizar una que otra locura, sólo por procurar que aquellos que amamos se sientan bien. Aquél sentimiento que nos permite perdonar las ofensas que nos hacen nuestros seres amados -claro, después de estar malhumorados con justa razón cierto tiempo-.
Concordando con mi amigo Cristian, en el pensamiento de su blog, una de las expresiones más grandes del amor es la amistad. Aquella amistad verdadera, no esa en la que sólo están para las fiestas y celebraciones, donde se suele pasar bien; no esa en la que llegan los problemas y si te he visto, no me acuerdo. No. Esas personas que son amigos en las buenas y en las malas, estando contentos o enojados. No dudarían en ayudarte si lo necesitas, en darte su consejo y apoyo. Te acompañan en tus mejores momentos, y te dan su mano cuando estás decaído. Aquellos con quienes juegas, bromeas, conversas ciertos temas que no podrías hablar con cualquiera; con quienes te caen bien, tienes gustos similares... y un largo etcétera. La amistad simplemente nace. No se fabrica ni se planea. Conoces a una persona, y no te das cuenta muchas veces cuando se han vuelto amigos. Porque viene del interior, de lo más puro del corazón: es una relación surgida por el amor. Y, pensándolo detenidamente -vuelvo a hacer uso de otra línea de la obra- , en las relaciones de pareja también debe existir amistad. Si no la hay, entonces no podrían convivir juntos. Tienen que tener confianza entre sí, apoyarse mutuamente, quererse, amarse y respetarse. De lo contrario sólo sería una simple atracción, y de seguro esa relación no duraría mucho. Otros casos, la simple curiosidad de saber que se siente, y no sentir ese amor realmente. Por eso hay que ser muy cuidadoso a la hora de pololear... Y quizás sea eso también que, en mi caso, no tenga prisa por buscar a esa persona especial.
A decir verdad, me basta con mi familia y amigos. En ciertos casos, pueden llegar a ser más importantes que una pareja. Los tienes siempre a tu lado, y lo más importante: son para toda la existencia. Una polola(lo) puede durar un tiempo y luego terminar. Si tienes un amigo, es para toda la vida. "La verdadera amistad es aquella que nunca termina", dice una frase muy sabia. Pero quien soy yo para dar consejos... En fin, lo importante es saber que el amor puede lograr las cosas más asombrosas.
A mi parecer, toda forma de vida metazoaria puede sentir amor. En ocasiones sólo podría ser instinto; sin embargo, hay animales que sienten dolor al perder un ser de su familia o grupo. Los elefantes, por nombrar un ejemplo. Y los animales domésticos, como los perros o los gatos. Sobretodo los perros. Es extraño, pero lo digo por experiencia propia. Mi querido amigo perruno que tuve en mi infancia, pude sentir que no era sólo el instinto de domina el más fuerte. A esa edad, era presa fácil para que mi perro pudiera tumbarme con su fuerza, demostrando quién es el que domina. Sin embargo, nunca lo hizo. Y eso que era bastante cruel con él, como suelo recordar, algo que me arrepiento en estos días... -solía de vez en cuando tirarle botellas de plástico de 2 litros, jugando una especie de tiro al pato con él, sólo por diversión-. Al contrario, siempre fue muy cariñoso conmigo. Y dicen que los niños tienen una mayor percepción de las cosas al no ser influenciados por la sociedad ni los pensamientos adultos...
Qué pruebas científicas que es un instinto animal o sólo un correr de energía electroquímica por nuestros nervios... El amor existe: es un hecho. Y mientras exista, todo estará en paz, como debe ser. Donde falta amor hay problemas, es un hecho también.
Feliz día del amor para todos!
miércoles, 14 de febrero de 2007
domingo, 4 de febrero de 2007
¿Quién se ha llevado mi queso? - Parte 2
"Hem y Haw se levantaban cada día un poco más tarde, se vestían con algo más de lentitud y, en lugar de correr, caminaban hacia el depósito de Queso Q. Después de todo, ahora ya sabían dónde estaba el Queso y cómo llegar hasta él.
No tenían la menor idea de dónde provenía el Queso ni de quién lo ponía allí. Simplemente, suponían que estaría donde esperaban que estuviese.
Cada mañana, en cuanto llegaban al depósito de Queso Q, se instalaban cómodamente, como si estuvieran en su casa. Colgaban los atuendos de correr, se quitaban las zapatillas y se ponían las pantuflas. Ahora que habían encontrado el Queso empezaban a sentirse muy cómodos.
-Esto es fantástico- dijo Hem-. Aquí hay Queso suficiente para toda la vida.
Los liliputienses se sentían felices; tenían la sensación de haber alcanzado el éxito y creían estar seguros.
Hem y Haw no tardaron en considerar que el Queso encontrado en el depósito de Queso Q era de su propiedad. Allí había tantas reservas de Queso que finalmente trasladaron sus hogares para estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese lugar.
Para sentirse todavía más cómodos, Hem y Haw decoraron las paredes con frases y hasta dibujaron imágenes del Queso a su alrededor, lo que los hacía sonreír. Una de aquellas frases decía:
Tener Queso te hace feliz.
A veces, Hem y Hae invitaban a sus amigos para que contemplaran su montón de Queso en el depósito de Queso Q, lo mostraban con orgullo y decían: "Bonito Queso, ¿verdad?". Algunas veces lo compartían con sus amigos. Otras veces no.
- Nos merecemos este Queso- dijo Hem, al tiempo que tomaba un trozo fresco y se lo comía-. Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para encontrarlo.
Después de comer, Hem se quedó dormido, como solía sucederle.
Cada noche, los liliputienses regresaban lentamente a casa, repletos de Queso, y cada mañana volvían a buscar más, sintiéndose muy seguros de sí mismos.
Así se mantuvo la situación durante algún tiempo.
Poco a poco, la seguridad que Hem y Haw tenían en sí mismos se fue convirtiendo en la arrogancia propia del éxito. Pronto se sintieron tan sumamente a gusto, que ni siquiera se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.
Por su parte, Fisgón y Escurridizo continuaron con su rutina a medida que pasaba el tiempo. Cada mañana llegaban temprano, husmeaban, marcaban la zona e iban de un lado a otro del depósito de Queso Q, comprobando si se había producido algún cambio con respecto a la situación del día anterior. Luego, se sentaban tranquilamente a roer el queso.
Una mañana llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso.
No se sorprendieron. Desde que Fisgón y Escurridizo empezaron a notar que la provisión de queso disminuía cada día que pasaba, se habían preparado para lo inevitable y supieron instintivamente qué tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, tomaron las zapatillas de correr que llevaban atadas y convenientemente colgadas del cuello, se las pusieron en las patas y se anudaron los cordones.
Los ratones no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas.
Para ellos, tanto el problema como la respuesta eran bien simples. La situación en el depósito de Queso Q había cambiado. Así pues, Fisgón y Escurridizo decidieron cambiar.
Ambos se quedaron mirando hacia el inescrutable laberinto. Luego, Fisgón levantó ligeramente la nariz, husmeó y le hizo señas a Escurridizo, que echó a correr por el laberinto siguiendo la indicación de Fisgón, seguido por este con toda la rapidez que pudo.
Muy pronto ya estaban en busca de Queso Nuevo.
* * *
Algo más tarde, ese mismo día, Hem y Hae llegaron al depósito de Queso Q. No habían prestado la menor atención a los pequeños cambios que se habían ido produciendo cada día, así que daban por sentado que allí encontrarían su Queso como siempre.
No estaban preparados para lo que descubrieron.
-¡Qué! ¿No hay Queso?- gritó Hem, y siguió gritando-: ¿No hay Queso? ¿No hya nada de Queso?, - como si el hecho de gritar cada vez más fuerte bastara para que reapareciese.
- ¿Quién se ha llevado mi Queso?- aulló.
Finalmente, puso los brazos en jarras, con la cara enrojecida, y gritó con toda la fuerza de su voz:
- ¡No hay derecho!
Haw, por su parte, se limitó a sacudir la cabeza con incredulidad. Él también estaba seguro de encontrar Queso en el depósito de Queso Q. Se quedó allí de pie durante largo rato, como petrificado por la conmoción. No estaba preparado para esto.
Hem gritaba algo, pero Haw no quería escucharlo. No quería tener que enfrentarse con esta nueva situación, así que hizo oídos sordos.
El comportamiento de los liliputienses no era precisamente halagüeño ni productivo, aunque sí comprensible.
Encontrar el Queso no les había resultado fácil, y para los liliputienses significaba mucho más que, simplemente, tener cada día qué comer.
Para ellos, encontrar el Queso era su forma de conseguir lo que creían necesitar para ser felices. Tenían sus propias ideas acerca de lo que el Queso significaba para ellos, dependiendo de su sabor.
Para algunos, encontrar Queso equivalía a tener cosas materiales. Para otros, significaba disfrutar de buena salud o desarrollar un sentido espiritual del bienestar.
Para Haw, por ejemplo, el Queso significaba sentirse seguro, tener algún día una familia cariñosa y vivir en una bonita casa de campo en la Vereda Cheddar.
Para Hem, el Queso significaba convertirse en un Gran Quesero que mandara a muchos otros y en ser propietario de una gran casa en lo alto de Colina Camembert.
Puesto que el Queso era tan importante para ellos, los dos liliputienses emplearon bastante tiempo en decidir qué hacer. Lo único que se les ocurrió fue seguir mirando por los alrededores del depósito Sin Queso, para comprobar si el Queso había desaparecido realmente.
Mientras que Fisgón y Escurridizo se habían puesto en movimiento con rapidez, Hem y Haw seguían con sus decisiones y exclamaciones.
Despotricaban y desvariaban ante la injusticia de la situación. Haw empezó a sentirse deprimido. ¿Qué ocurriría si el Queso seguía sin estar allí a la mañana siguiente? Precisamente había hecho planes para el futuro, basándose en la presencia de ese Queso.
Los liliputienses no podían creer lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo podía haber sucedido una cosa así? Nadie les había advertido de nada. No era justo. Se suponía que las cosas no debían ser así.
Hem y Haw regresaron aquella noche a sus casas hambrientos y desanimados. Pero antes de marcharse, Haw escribió en la pared:
Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto más deseas conservarlo.
Al día siguiente, Hem y Haw abandonaron sus hogares y regresaron de nuevo al depósito Sin Queso, confiando, de algún modo, en volver a encontrar Queso.
Pero la situación no había variado; el Queso ya no estaba allí. Los liliputienses no sabían qué hacer. Hem y Haw se quedaron allí, inmovilizados como dos estatuas.
Haw cerró los ojos con toda la fuerza que pudo y se cubrió las orejas con las manos. Lo único que deseaba era bloquear todo tipo de percepciones. No quería saber que la provisión de Queso había ido disminuyendo gradualmente. Estaba convencido de que había desaparecido de repente.
Hem analizó una y otra vez la situación y, finalmente, su complicado cerebro, con su enorme sistema de creencias, se afianzó en su lógica.
- ¿Por qué me han hecho esto? -preguntó-. ¿Qué está pasando aquí?
Haw abrió los ojos, miró a su alrededor y dijo:
- Y, a propósito, ¿dónde están Fisgón y Escurridizo? ¿Crees que ellos saben algo que nosotros no sepamos?
- ¿Qué demonios podrían saber ellos? -replicó Hem con sorna-. No son más que simples ratones. Escasamente responden a lo que sucede. Nosotros, en cambio, somos liliputienses. Somos más inteligentes que los ratones. Deberíamos poder encontrar una solución a esto.
- Sé que somos más inteligentes -asintió Haw-, pero por el momento no parece que estemos actuando como tales. Las cosas están cambiando aquí, Hem. Quizá también tengamos que cambiar nosotros y actuar de modo diferente.
- ¿Y por qué íbamos a tener que cambiar?- replicó Hem-. Somos liliputienses. Somos seres especiales. Este tipo de cosas no debería habernos ocurrido a nosotros y, si nos ha sucedido, tendríamos que sacarles al menos algún beneficio.
- ¿Y por qué crees que deberíamos obtener un beneficio? -preguntó Haw.
- Porque tenemos derecho a ello -afirmó Hem.
- ¿Derecho a qué? -quiso saber Haw.
- Pues derecho a nuestro Queso.
- ¿Por qué? -insistió Haw.
- Pues porque no fuimos nosotros los causantes de este problema -contestó Hem-. Alguien lo ha provocado, y nosotros deberíamos aprovecharnos de la situación.
- Quizá lo que debamos hacer -sugirió Haw- sea dejar de analizar tanto las cosas y ponernos a buscar algo de Queso Nuevo.
- Ah, no -exclamó Hem-. Estoy decidido a llegar hasta el fondo de este asunto..."
Continuará.
Saludos
No tenían la menor idea de dónde provenía el Queso ni de quién lo ponía allí. Simplemente, suponían que estaría donde esperaban que estuviese.
Cada mañana, en cuanto llegaban al depósito de Queso Q, se instalaban cómodamente, como si estuvieran en su casa. Colgaban los atuendos de correr, se quitaban las zapatillas y se ponían las pantuflas. Ahora que habían encontrado el Queso empezaban a sentirse muy cómodos.
-Esto es fantástico- dijo Hem-. Aquí hay Queso suficiente para toda la vida.
Los liliputienses se sentían felices; tenían la sensación de haber alcanzado el éxito y creían estar seguros.
Hem y Haw no tardaron en considerar que el Queso encontrado en el depósito de Queso Q era de su propiedad. Allí había tantas reservas de Queso que finalmente trasladaron sus hogares para estar más cerca y crear su vida social alrededor de ese lugar.
Para sentirse todavía más cómodos, Hem y Haw decoraron las paredes con frases y hasta dibujaron imágenes del Queso a su alrededor, lo que los hacía sonreír. Una de aquellas frases decía:
Tener Queso te hace feliz.
A veces, Hem y Hae invitaban a sus amigos para que contemplaran su montón de Queso en el depósito de Queso Q, lo mostraban con orgullo y decían: "Bonito Queso, ¿verdad?". Algunas veces lo compartían con sus amigos. Otras veces no.
- Nos merecemos este Queso- dijo Hem, al tiempo que tomaba un trozo fresco y se lo comía-. Sin duda tuvimos que trabajar duro y durante mucho tiempo para encontrarlo.
Después de comer, Hem se quedó dormido, como solía sucederle.
Cada noche, los liliputienses regresaban lentamente a casa, repletos de Queso, y cada mañana volvían a buscar más, sintiéndose muy seguros de sí mismos.
Así se mantuvo la situación durante algún tiempo.
Poco a poco, la seguridad que Hem y Haw tenían en sí mismos se fue convirtiendo en la arrogancia propia del éxito. Pronto se sintieron tan sumamente a gusto, que ni siquiera se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo.
Por su parte, Fisgón y Escurridizo continuaron con su rutina a medida que pasaba el tiempo. Cada mañana llegaban temprano, husmeaban, marcaban la zona e iban de un lado a otro del depósito de Queso Q, comprobando si se había producido algún cambio con respecto a la situación del día anterior. Luego, se sentaban tranquilamente a roer el queso.
Una mañana llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso.
No se sorprendieron. Desde que Fisgón y Escurridizo empezaron a notar que la provisión de queso disminuía cada día que pasaba, se habían preparado para lo inevitable y supieron instintivamente qué tenían que hacer.
Se miraron el uno al otro, tomaron las zapatillas de correr que llevaban atadas y convenientemente colgadas del cuello, se las pusieron en las patas y se anudaron los cordones.
Los ratones no se entretuvieron en analizar demasiado las cosas.
Para ellos, tanto el problema como la respuesta eran bien simples. La situación en el depósito de Queso Q había cambiado. Así pues, Fisgón y Escurridizo decidieron cambiar.
Ambos se quedaron mirando hacia el inescrutable laberinto. Luego, Fisgón levantó ligeramente la nariz, husmeó y le hizo señas a Escurridizo, que echó a correr por el laberinto siguiendo la indicación de Fisgón, seguido por este con toda la rapidez que pudo.
Muy pronto ya estaban en busca de Queso Nuevo.
* * *
Algo más tarde, ese mismo día, Hem y Hae llegaron al depósito de Queso Q. No habían prestado la menor atención a los pequeños cambios que se habían ido produciendo cada día, así que daban por sentado que allí encontrarían su Queso como siempre.
No estaban preparados para lo que descubrieron.
-¡Qué! ¿No hay Queso?- gritó Hem, y siguió gritando-: ¿No hay Queso? ¿No hya nada de Queso?, - como si el hecho de gritar cada vez más fuerte bastara para que reapareciese.
- ¿Quién se ha llevado mi Queso?- aulló.
Finalmente, puso los brazos en jarras, con la cara enrojecida, y gritó con toda la fuerza de su voz:
- ¡No hay derecho!
Haw, por su parte, se limitó a sacudir la cabeza con incredulidad. Él también estaba seguro de encontrar Queso en el depósito de Queso Q. Se quedó allí de pie durante largo rato, como petrificado por la conmoción. No estaba preparado para esto.
Hem gritaba algo, pero Haw no quería escucharlo. No quería tener que enfrentarse con esta nueva situación, así que hizo oídos sordos.
El comportamiento de los liliputienses no era precisamente halagüeño ni productivo, aunque sí comprensible.
Encontrar el Queso no les había resultado fácil, y para los liliputienses significaba mucho más que, simplemente, tener cada día qué comer.
Para ellos, encontrar el Queso era su forma de conseguir lo que creían necesitar para ser felices. Tenían sus propias ideas acerca de lo que el Queso significaba para ellos, dependiendo de su sabor.
Para algunos, encontrar Queso equivalía a tener cosas materiales. Para otros, significaba disfrutar de buena salud o desarrollar un sentido espiritual del bienestar.
Para Haw, por ejemplo, el Queso significaba sentirse seguro, tener algún día una familia cariñosa y vivir en una bonita casa de campo en la Vereda Cheddar.
Para Hem, el Queso significaba convertirse en un Gran Quesero que mandara a muchos otros y en ser propietario de una gran casa en lo alto de Colina Camembert.
Puesto que el Queso era tan importante para ellos, los dos liliputienses emplearon bastante tiempo en decidir qué hacer. Lo único que se les ocurrió fue seguir mirando por los alrededores del depósito Sin Queso, para comprobar si el Queso había desaparecido realmente.
Mientras que Fisgón y Escurridizo se habían puesto en movimiento con rapidez, Hem y Haw seguían con sus decisiones y exclamaciones.
Despotricaban y desvariaban ante la injusticia de la situación. Haw empezó a sentirse deprimido. ¿Qué ocurriría si el Queso seguía sin estar allí a la mañana siguiente? Precisamente había hecho planes para el futuro, basándose en la presencia de ese Queso.
Los liliputienses no podían creer lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo podía haber sucedido una cosa así? Nadie les había advertido de nada. No era justo. Se suponía que las cosas no debían ser así.
Hem y Haw regresaron aquella noche a sus casas hambrientos y desanimados. Pero antes de marcharse, Haw escribió en la pared:
Cuanto más importante es el Queso para ti, tanto más deseas conservarlo.
Al día siguiente, Hem y Haw abandonaron sus hogares y regresaron de nuevo al depósito Sin Queso, confiando, de algún modo, en volver a encontrar Queso.
Pero la situación no había variado; el Queso ya no estaba allí. Los liliputienses no sabían qué hacer. Hem y Haw se quedaron allí, inmovilizados como dos estatuas.
Haw cerró los ojos con toda la fuerza que pudo y se cubrió las orejas con las manos. Lo único que deseaba era bloquear todo tipo de percepciones. No quería saber que la provisión de Queso había ido disminuyendo gradualmente. Estaba convencido de que había desaparecido de repente.
Hem analizó una y otra vez la situación y, finalmente, su complicado cerebro, con su enorme sistema de creencias, se afianzó en su lógica.
- ¿Por qué me han hecho esto? -preguntó-. ¿Qué está pasando aquí?
Haw abrió los ojos, miró a su alrededor y dijo:
- Y, a propósito, ¿dónde están Fisgón y Escurridizo? ¿Crees que ellos saben algo que nosotros no sepamos?
- ¿Qué demonios podrían saber ellos? -replicó Hem con sorna-. No son más que simples ratones. Escasamente responden a lo que sucede. Nosotros, en cambio, somos liliputienses. Somos más inteligentes que los ratones. Deberíamos poder encontrar una solución a esto.
- Sé que somos más inteligentes -asintió Haw-, pero por el momento no parece que estemos actuando como tales. Las cosas están cambiando aquí, Hem. Quizá también tengamos que cambiar nosotros y actuar de modo diferente.
- ¿Y por qué íbamos a tener que cambiar?- replicó Hem-. Somos liliputienses. Somos seres especiales. Este tipo de cosas no debería habernos ocurrido a nosotros y, si nos ha sucedido, tendríamos que sacarles al menos algún beneficio.
- ¿Y por qué crees que deberíamos obtener un beneficio? -preguntó Haw.
- Porque tenemos derecho a ello -afirmó Hem.
- ¿Derecho a qué? -quiso saber Haw.
- Pues derecho a nuestro Queso.
- ¿Por qué? -insistió Haw.
- Pues porque no fuimos nosotros los causantes de este problema -contestó Hem-. Alguien lo ha provocado, y nosotros deberíamos aprovecharnos de la situación.
- Quizá lo que debamos hacer -sugirió Haw- sea dejar de analizar tanto las cosas y ponernos a buscar algo de Queso Nuevo.
- Ah, no -exclamó Hem-. Estoy decidido a llegar hasta el fondo de este asunto..."
Continuará.
Saludos
jueves, 1 de febrero de 2007
¿Quién se ha llevado mi queso?
Hola a todos. Lo primero es lo primero. Nunca pensé antes que iba a llegar en hacerme un blog, pero aquí estoy, entrando a este mundo lleno de pensamientos y sentimientos del cual sólo me vi en un inicio como simple espectador y comentarista de un blog amigo; sin embargo, el gatillador del hecho que aquí esté, dedicando estas palabras a ustedes estimados lectores, es el hecho de una historia -más bien una fábula- que tuve la oportunidad de leer cuando era más pequeño, y ahora he tenido nuevamente la oportunidad de recordarla y analizarla. No es una fábula cualquiera; eso seguro... Más bien trata de una historia que ayuda a adaptarno en un mundo de constantes cambios. Cuatro personajes -dos ratones y dos liliputienses- protagonizan esta conocida historia por aquellos que gustan de encontrar una ayuda a lograr el éxito y no estancarse en medio de un problema que puede tener una solución tan simple, que fácilmente la pasamos por alto por ser poco elaborada.
Debería seguir escribiendo, y lo haría porque no me cuesta mucho entusiasmarme como algunos sabrán, pero debo dejar espacio a esta historia que espero relatar en partes. Si alguno/a ya la leyó, le invito a leerla nuevamente. Quizás quién sabe, recuerde cosas que comúnmente se pueden olvidar con el tiempo...
¿Quién se ha llevado mi queso?
"Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían cuatro pequeños personajes que recorrían un laberinto buscando el queso que los alimentara y los hiciera sentirse felices.
Dos de ellos eran ratnes y se llamaban Fisgón y Escurridizo, y los otros dos eran liliputienses, seres tan pequeños como los ratones, pero cuyo aspecto y forma de actuar se parecía mucho a las gentes de hoy día. Se llamaban Hem y Haw.
Debido a su pequeño tamaño, sería fácil no darse cuenta de lo que estaban haciendo los cuatro. Pero si se miraba con la suficiente atención, se descubrían las cosas más extraordinarias.
Cada día, los ratones y los liliputienses dedicaban el tiempo en el laberinto a buscar su propio queso especial.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, que sólo poseían simples cerebros de roedores, pero muy buen instinto, buscaban un queso seco y duro de roer, como suelen hacer los ratones.
Los dos liliputienses, Hem y Haw, utilizaban su cerebro, repleto de convicciones y emociones, para buscar una clase muy diferente de Queso, con mayúscula, que estaban convencidos los haría sentirse felices y alcanzar éxito.
Por muy diferentes que fuesen los ratones y los liliputienses, tenían algo en común: cada mañana, se colocaban sus atuendos y sus zapatillas de correr, abandonaban sus diminutas casas y se ponían a correr por el laberinto en busca de su queso favorito.
El laberinto estaba compuesto por pasillos y cámaras, algunas de las cuales contenían un queso delicioso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin salida que no conducían a ninguna parte. Era un lugar donde cualquiera podía perderse con suma facilidad.
No obstante, el laberinto contenía secretos que permitían disfrutar de una vida mejor a los que supieran encontrar su camino.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, utilizaban el sencillo método del tanteo para encontrar el queso. Recorrían un pasadizo y, si lo encontraban vacío, se daban media vuelta y recorrían otro. Recordaban los pasadizos donde no había queso y, de ese modo, pronto empezaron a explorar nuevas zonas.
Fisgón utilizaba su magnífica nariz para husmear la dirección general de donde procedía el olor del queso, mientras que Escurridizo se lanzaba hacia delante. Se perdieron más de una vez, como no podía ser de otro modo; seguían direcciones equivocadas y a menudo tropezaban con las paredes. Pero al cabo de un tiempo encontraban el camino.
Al igual que los ratones, Hem y Haw, los dos liliputienses, también utilizaban su capacidad para pensar y aprender de experiencias del pasado. No obstante, se fiaban de su complejo cerebro para desarrollar métodos más sofisticados de enconrar el Queso.
A veces les salía bien, pero en otras ocasiones se dejaban dominar por sus poderosas convicciones y emociones humanas, que nublaban su forma de ver las cosas. Eso hacía que la vida en el laberinto fuese mucho más complicada y desafiante.
A pesar de todo, Fisgón, Escurridizo, Hem y Haw terminaron por encontrar el camino hacia lo que andaban buscando. Cada uno encontró un día su propia clase de queso al final de uno de los pasadizos, en el depósito de Queso Q.
Después de eso, los ratones y los liliputienses se ponían cada mañana sus atuendos para correr y se dirigían al depósito de Queso Q. Así, no tardaron mucho en establecer cada uno su propia rutina.
Fisgón y Escurridizo continuaron levantándose pronto cada día para recorrer el laberinto, siguiendo siempre la misma ruta.
Una vez llegados a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas de correr, las ataban juntas y se las colgaban del cuello, para poder utilizarlas de nuevo con rapidez en cuanto las necesitaran. Por último, se dedicaban a disfrutar del queso.
Al principio, Hem y Haw también se apresuraban cada mañana hacia el depósito de Queso Q, para disfrutar de los jugosos nuevos bocados que los esperaban.
Pero, al cabo de un tiempo, los liliputienses establecieron una rutina diferente..."
Continuará...
Saludos a todos los que lean esto. Cuídense.
Debería seguir escribiendo, y lo haría porque no me cuesta mucho entusiasmarme como algunos sabrán, pero debo dejar espacio a esta historia que espero relatar en partes. Si alguno/a ya la leyó, le invito a leerla nuevamente. Quizás quién sabe, recuerde cosas que comúnmente se pueden olvidar con el tiempo...
¿Quién se ha llevado mi queso?
"Érase una vez, hace mucho tiempo, en un país muy lejano, vivían cuatro pequeños personajes que recorrían un laberinto buscando el queso que los alimentara y los hiciera sentirse felices.
Dos de ellos eran ratnes y se llamaban Fisgón y Escurridizo, y los otros dos eran liliputienses, seres tan pequeños como los ratones, pero cuyo aspecto y forma de actuar se parecía mucho a las gentes de hoy día. Se llamaban Hem y Haw.
Debido a su pequeño tamaño, sería fácil no darse cuenta de lo que estaban haciendo los cuatro. Pero si se miraba con la suficiente atención, se descubrían las cosas más extraordinarias.
Cada día, los ratones y los liliputienses dedicaban el tiempo en el laberinto a buscar su propio queso especial.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, que sólo poseían simples cerebros de roedores, pero muy buen instinto, buscaban un queso seco y duro de roer, como suelen hacer los ratones.
Los dos liliputienses, Hem y Haw, utilizaban su cerebro, repleto de convicciones y emociones, para buscar una clase muy diferente de Queso, con mayúscula, que estaban convencidos los haría sentirse felices y alcanzar éxito.
Por muy diferentes que fuesen los ratones y los liliputienses, tenían algo en común: cada mañana, se colocaban sus atuendos y sus zapatillas de correr, abandonaban sus diminutas casas y se ponían a correr por el laberinto en busca de su queso favorito.
El laberinto estaba compuesto por pasillos y cámaras, algunas de las cuales contenían un queso delicioso. Pero también había rincones oscuros y callejones sin salida que no conducían a ninguna parte. Era un lugar donde cualquiera podía perderse con suma facilidad.
No obstante, el laberinto contenía secretos que permitían disfrutar de una vida mejor a los que supieran encontrar su camino.
Los ratones, Fisgón y Escurridizo, utilizaban el sencillo método del tanteo para encontrar el queso. Recorrían un pasadizo y, si lo encontraban vacío, se daban media vuelta y recorrían otro. Recordaban los pasadizos donde no había queso y, de ese modo, pronto empezaron a explorar nuevas zonas.
Fisgón utilizaba su magnífica nariz para husmear la dirección general de donde procedía el olor del queso, mientras que Escurridizo se lanzaba hacia delante. Se perdieron más de una vez, como no podía ser de otro modo; seguían direcciones equivocadas y a menudo tropezaban con las paredes. Pero al cabo de un tiempo encontraban el camino.
Al igual que los ratones, Hem y Haw, los dos liliputienses, también utilizaban su capacidad para pensar y aprender de experiencias del pasado. No obstante, se fiaban de su complejo cerebro para desarrollar métodos más sofisticados de enconrar el Queso.
A veces les salía bien, pero en otras ocasiones se dejaban dominar por sus poderosas convicciones y emociones humanas, que nublaban su forma de ver las cosas. Eso hacía que la vida en el laberinto fuese mucho más complicada y desafiante.
A pesar de todo, Fisgón, Escurridizo, Hem y Haw terminaron por encontrar el camino hacia lo que andaban buscando. Cada uno encontró un día su propia clase de queso al final de uno de los pasadizos, en el depósito de Queso Q.
Después de eso, los ratones y los liliputienses se ponían cada mañana sus atuendos para correr y se dirigían al depósito de Queso Q. Así, no tardaron mucho en establecer cada uno su propia rutina.
Fisgón y Escurridizo continuaron levantándose pronto cada día para recorrer el laberinto, siguiendo siempre la misma ruta.
Una vez llegados a su destino, los ratones se quitaban las zapatillas de correr, las ataban juntas y se las colgaban del cuello, para poder utilizarlas de nuevo con rapidez en cuanto las necesitaran. Por último, se dedicaban a disfrutar del queso.
Al principio, Hem y Haw también se apresuraban cada mañana hacia el depósito de Queso Q, para disfrutar de los jugosos nuevos bocados que los esperaban.
Pero, al cabo de un tiempo, los liliputienses establecieron una rutina diferente..."
Continuará...
Saludos a todos los que lean esto. Cuídense.
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